Una nueva variante del SARS-CoV-2, denominada NB.1.8.1 y perteneciente a la familia ómicron, ha sido identificada y está siendo monitoreada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una «variante en seguimiento». La primera muestra de NB.1.8.1 se recolectó el 22 de enero, y hasta el 18 de mayo se habían detectado 518 casos en 22 países.

Aunque los síntomas asociados a NB.1.8.1 son similares a los de otras variantes —dolor de garganta, fiebre, tos y fatiga—, esta variante presenta cambios genéticos que podrían permitirle infectar las células con mayor eficiencia, lo que sugiere una mayor capacidad de propagación. Sin embargo, hasta el momento, no hay evidencia de que cause una enfermedad más grave que otras variantes circulantes.

En respuesta a la evolución del virus, el comité de expertos en vacunas de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) se reunió el 22 de mayo para discutir posibles actualizaciones en las vacunas para la próxima temporada de enfermedades respiratorias. Durante la reunión, se presentaron datos de Pfizer y Moderna sobre vacunas experimentales dirigidas a la variante LP.8.1, relacionada con NB.1.8.1 y actualmente responsable de más del 70 % de los casos de COVID-19 en EE. UU. Estas vacunas experimentales parecen ofrecer una protección ligeramente superior contra ambas variantes. No obstante, el comité recomendó continuar con la vacuna dirigida a la variante JN.1, sin especificar si la vacuna actualizada debería enfocarse en LP.8.1.

La OMS continúa monitoreando la situación y enfatiza la importancia de mantener las medidas preventivas, como la vacunación, el uso de mascarillas y la ventilación adecuada, para reducir la transmisión del virus y prevenir la aparición de nuevas variantes.